“Somos lo que hacemos repetidamente. Por lo que la excelencia no es una acción, sino un hábito.” (Aristóteles)
Llegados a este punto vamos a introducir un nuevo concepto, el de los hábitos.
De hecho, cada uno de nosotros implementa a diario una determinada cantidad de hábitos, lo que nos permite economizar nuestros recursos cognitivos, acelerando significativamente el proceso de procesamiento de la información.
Si te detuvieras un momento a mirar tu día típico, te darías cuenta de que la mayoría de las acciones que realizas son automáticas: la hora del desayuno, la televisión en ese canal, el noticiero a esta hora, el cigarrillo apenas después del café, la forma en que te diriges al trabajo, son solo pequeños ejemplos.
El lado positivo de este tipo de acciones, como decíamos, son los ahorros mentales cognitivos, porque te permiten realizar tareas ordinarias sin esfuerzo, pero el lado negativo es que no eres consciente de lo que estás haciendo. De hecho, según una investigación de la Universidad de Duke de 2006, el 40% de las acciones que realizan las personas todos los días son el resultado de hábitos y no de decisiones conscientes.
En palabras más simples, la mayoría de los gestos, pero también de las emociones y pensamientos, que sientes durante el día son el resultado de tus hábitos.
El famoso “piloto automático” del que te hemos hablado hasta ahora guía tu día a día en una serie de acciones y tareas que, la mayoría de las veces, son funcionales para tu bienestar, pero en muchas otras no lo son en absoluto. Intenta pensar, no sé, en ese gesto espontáneo que haces cada vez que te despiertas, cepillarte los dientes después de las comidas, o el cigarrillo después del café.
Todos estos son ejemplos de hábitos genéricos.
¿Qué pasa si un hábito es también evitar una tarea porque no te gusta, o sentir un cierto estado de ánimo en una determinada situación? Pues bien, incluso en estos casos nuestro cerebro implementa patrones como reacción a estímulos específicos, que ha conocido en el pasado y que al repetirlos ha transformado en hábitos.
Bien puedes comprender lo importante que sea saber qué son los hábitos y cómo afectan tu vida para tu bienestar psicofísico, para tu cambio y crecimiento personal.
Por tanto, podemos definir los hábitos como aquellas respuestas conductuales automáticas ante un estímulo, desarrolladas a través de la repetición de conductas, en contextos coherentes. (Lally y Gardner, 2013).
Nuestro cerebro siempre está buscando una forma de ahorrar energía.
Realizar un cambio o una nueva acción implica un esfuerzo que no es necesario si, para una determinada tarea, nuestra mente ya dispone de un procedimiento a realizar.
Déjame darte un ejemplo: andar en bicicleta. Recordarás de niño los primeros días cuánto esfuerzo tuviste que trabajar para aprender a mantener el equilibrio. Después de un período de entrenamiento y práctica, finalmente descubriste cómo hacerlo. Imagínate, si cada vez que coges la bici, tienes que hacerlo todo de nuevo.
Esto es lo que hacen los hábitos: ante determinadas situaciones, nos permiten realizar acciones de forma automática, aplicando patrones memorizados en el pasado y repetibles en el momento adecuado.
Pero, nuestros comportamientos habituales no siempre son funcionales para nuestro bienestar.
De hecho, cuando los hábitos influyen negativamente en nuestros pensamientos y nuestros comportamientos, se vuelven muy peligrosos, porque son capaces de empeorar significativamente nuestra vida y nuestros resultados.
En los años 90 unos investigadores del MIT, Massachusetts Institute of Technology, analizando los mecanismos neurológicos que subyacen a los hábitos, fueron capaces de reconocer el Ciclo del Hábito – Hábito Hoop (Mandar, Yasuo, Christopher, Viveka y Ann 1999) – es decir, las tres fases que un individuo implementa inconscientemente en sus acciones habituales.
1) La señal: la chispa que activa el “piloto automático”.
Puede ser una condición interna, un estado de ánimo particular, o una condición externa, un contexto ambiental, un lugar, una acción o una persona encontrada. Es una reacción automática: la mente asocia el hábito a activar con la señal recibida, sin que te des cuenta.
2) La Rutina: el comportamiento implementado. El hábito desencadenado por la señal puede ser físico (una acción realizada) o psicoemocional (un pensamiento o estado emocional).
3) La recompensa: la reacción a la conducta.
La recompensa actúa como un refuerzo de la conducta implementada, de manera que sea placentera y repetible en el futuro. La mayoría de las veces, la gratificación intrínseca obtenida, como sentir satisfacción o evitar el disgusto, tiene una consecuencia de mayor refuerzo que una recompensa extrínseca.
En la práctica este ciclo funciona así:
• Un hábito negativo: el cigarrillo después del café.
Señal: olor a café o el gesto de beber en una taza;
Rutina: encender un cigarrillo después de beber;
Recompensa: sentimiento de satisfacción debido a la nicotina que circula en el cuerpo.
• Un hábito positivo: cepillarse los dientes después de las comidas.
Señal: sensación de boca pegajosa o dientes sucios;
Rutina: cepillarse los dientes.
Recompensa: sensación de frescura e higiene.
Como puedes ver, ya sea un comportamiento dañino como fumar o un comportamiento saludable como cepillarse los dientes, el ciclo del hábito funciona de la misma manera.
Cuando una conducta se vuelve habitual, el concepto de automaticidad cobra mayor valor que el de frecuencia de emisión, que sigue siendo prioritario en la fase de consolidación (Gardner, 2012).
En presencia de un hábito, las intenciones actuales tienen poca influencia en la emisión del comportamiento: Gardner argumenta que cuando la voluntad entra en conflicto con un hábito, es más probable que el comportamiento proceda de acuerdo con el hábito.
Veremos en el proximo articulo cuales son los diversos tipos de comportamientos, su importancia y como cambiarlos por nuestro bien.
¡Hasta la próxima!
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