En el artículo anterior hemos establecido que la imagen del yo es la clave para vivir una vida mejor gracias a dos importantes descubrimientos:
el primero es que nuestras acciones, nuestros sentimientos, nuestro comportamiento e incluso nuestras capacidades derivan de esta imagen.
En pocas palabras, actuamos como el tipo de persona que creemos que somos, no solo eso, sino que no podemos actuar de otra manera, a pesar de nuestros esfuerzos conscientes y fuerza de voluntad.
El individuo que se ve a sí mismo como un tipo fracasado fracasará de una forma u otra a pesar de sus intenciones y voluntad.
La imagen del YO es una premisa, una base, un cimiento sobre el cual se construye la personalidad, el comportamiento e incluso las circunstancias de la vida.
Debido a esto, nuestras experiencias parecen validar y fortalecer nuestra imagen del YO y, según el caso, se crean círculos viciosos que no sabíamos que existían hasta hace poco tiempo.
Si de niño te dijeron que no eres bueno en matemáticas, y te lo repetían en todos los colegios a los que asististe, cuando seas grande estarás convencido de que no eres bueno en matemáticas, actuarás para conseguirlo. incluso las operaciones más simples como sumas o restas.
El segundo descubrimiento importante es que uno puede cambiar la imagen que tiene de sí mismo, y numerosos casos han demostrado que uno nunca es demasiado viejo o joven para hacerlo, comenzando así a vivir una nueva vida.
Una de las razones por las que siempre ha parecido difícil para un individuo cambiar de hábitos, personalidad y forma de vida es que hasta entonces cualquier esfuerzo de cambio ha estado, por así decirlo, dirigido a la circunferencia más que al centro del YO.
Es decir, se probaba cambiar determinadas circunstancias externas, como un hábito particular o un defecto de carácter, pero estas personas nunca habían pensado en cambiar su forma de considerar al YO que en realidad se suponía que debía realizar todo esto.
Nunca pensaron en cambiar el núcleo central de su mecanismo del éxito (o del fracaso como en esto caso), es decir, el operador del servomecanismo, la mente.
Estas personas, por ejemplo, si estuvieran tratando de ganar más, tratando de trabajar más horas o de encontrar un nuevo trabajo y pero sus hábitos de dinero estuvieran establecidos para que ganen una cierta cantidad al mes, siempre ganaran esa cantidad.
Si creciste en una familia donde había escasez de dinero o si tu familia siempre tuvo problemas para pagar las cuentas o si tus padres te decían a menudo que el dinero no crece sobre los árboles y que ganarse la vida requiere trabajar duro, con sudor de tu frente, cuando seas adulto tomarás medidas para lograr estos objetivos. Y los alcanzarás por desgracia.
Tu mecanismo (en este caso de fracaso) actuará para justificar estos hábitos que te han inculcado desde niño, y por tanto si tus padres te dijeron que para ganarte la vida tienes que trabajar 15 horas al día rompiéndote la espalda, aquí en la vida tendrás que trabajar duro para obtener un resultado determinado, tendrás que trabajar mucho más que los demás y tendrás que sudar cada pequeño resultado que obtengas.
Si tus padres, la escuela, los familiares, la televisión te han dicho que es posible enriquecerse solo robando, entonces seguirás siendo pobre de por vida, simplemente porque te han programado así, porque asocias ser rico con algo negativo.
Hay algunos ejemplos muy claros que resultan de experimentos y estudios realizados en algunas empresas americanas a finales de 1900.
En estas grandes empresas había vendedores que cobraban comisiones (uno era General Motors y otro una compañía de seguros líder en USA cuyo nombre se me escapa ahora). Un muy buen empleado que ganaba 8,000 dólares al mes, a pesar de estar en una parte muy pobre del país, había sido ascendido y enviado a trabajar en una parte más grande y próspera del país.
Por lo tanto, se esperaba un aumento considerable en la facturación y, en cambio, lo increíble fue que al final del mes todavía ganaba los 8.000 dólares habituales, sin importar las condiciones cambiadas y más favorables del segundo lugar.
Este vendedor, ya sea que trabajara en una zona pobre y pequeña o en una zona rica y más grande, siempre ganaba la cantidad habitual; claramente en la zona más pobre tuvo que esforzarse más, pero al final su mecanismo de fracaso en este caso, su servomecanismo, siempre lo llevaba al destino final habitual, a la cantidad mensual habitual ganada. Se veía a sí mismo como una persona capaz de ganar 8,000 al mes y no más, su imagen era la de un hombre que ganaba esta cantidad y por lo tanto no podía ganar más.
Hay otro estudio, otro experimento social que también se hizo en una empresa americana, donde una persona que habitualmente ganaba 500.000 dólares al año tenía la firme intención de llegar a un millón de dólares al año. Esta persona logró ganar casi 500.000 dólares en los primeros 6 meses y por ello todo hacía pensar que alcanzaría fácilmente la meta que se planteó a principios de año de un millón.
¿Qué pasó en los siguientes seis meses, esos en los que solo tenía que repetir las actuaciones de los seis meses anteriores? Bueno, se enfermó físicamente, su matrimonio terminó, su padre, a quien era muy cercano, murió y al final no pudo superar la meta anual de 500,000 que siempre tuvo y termino’ ganando como 600.000 dólares. Y, sin embargo, había tenido seis meses a su disposición para poder hacerlo, porque en los primeros seis ya había obtenido el resultado que siempre había obtenido en todo el año anterior. Esta persona fue programada para ganar esta cantidad.
Pasaremos a ver más adelante qué significa esto en nuestra vida y sobre todo cómo cambiar estos, diría, ajustes de fábrica que tenemos.
Si te ves a ti mismo (o a los demás, si el mundo exterior te ve así te convence a ti también, consciente o inconscientemente), pues si tu idea de ti mismo, si la imagen que tienes de ti mismo, es la de una persona capaz o incapaz de hacer cierta cosa, harás exactamente lo que crees que eres capaz o incapaz de hacer.