La imagen del YO o Auto Imagen

El descubrimiento de la imagen del yo constituye una innovación en el campo de la psicología y la personalidad creativa.

La importancia de la imagen del YO ha sido reconocida en los últimos cincuenta años, pero sin embargo hasta hace poco se ha escrito sobre el tema y lo increíble es que este descubrimiento se debe prácticamente a un médico, un cirujano estético como lo fue Maxwell Maltz.

De hecho, Maltz fue cirujano estético antes de ser un estudioso de la mente: afirmó que un especialista en cirugía plástica debe ser psicólogo además de cirujano estético, porque cuando cambias la cara de un hombre, casi siempre cambias su futuro.

Él dijo: cambia su imagen física y casi siempre cambiarás al hombre, su personalidad, su comportamiento y, a veces, incluso su talento y habilidad.

Sin embargo, algunos pacientes no mostraron ningún cambio de personalidad después de la cirugía.

En la mayoría de los casos, el individuo que, gracias a una operación estética, había podido corregir un rostro verdaderamente feo o rasgos monstruosos, sentía casi de inmediato (generalmente dentro de los 21 días) una mayor estima y seguridad en sí mismo mientras que en otros casos el paciente continuaba sentir una irrazonable sensación de inferioridad: en pocas palabras, estas personas continuaron sintiéndose, actuando y comportándose como si todavía tuvieran la cara vieja.

Esto hizo que Maltz se diera cuenta de que la reconstrucción de la imagen física no era la clave para el cambio de personalidad.

La cirugía plástica facial tenía, por lo general, pero no siempre, que actuar sobre un cierto quid, y cuando se reconstruía ese quid, la persona misma cambiaba, era como si la personalidad misma tuviera un rostro. Este rostro de personalidad no exterior parecía ser la verdadera clave para el cambio de personalidad: si este rostro interior (autoimagen) permanecía traumatizado, distorsionado, horrible o lisiado, el individuo mismo continuaba comportándose como si no hubiera ocurrido ningún cambio exterior; si por lo tanto se podía reconstruir este rostro de la personalidad, si era posible eliminar las viejas cicatrices psicológicas, entonces y sólo entonces la persona misma cambiaba incluso sin cirugía plástica. Una vez investigado este tema Maltz encontró muchas confirmaciones de su teoría según la cual la imagen de uno mismo, es decir el concepto mental espiritual de uno mismo, o simplemente el retrato que un individuo se ha hecho a sí mismo, constituye la verdadera clave de la personalidad y del comportamiento.


Maltz da muchos ejemplos de personas que, después de ser operadas por una malformación evidente, por ejemplo, en la cara, a veces se quejaban porque decían que no veían absolutamente ningún cambio, sin embargo, el espejo, el cirujano, la familia y los amigos de esta persona decían “mira, ya no tienes esa cicatriz ni esa nariz aguileña” y sin embargo seguían viéndose como antes.

Esto tiene una razón que a Maltz le pareció evidente, y que hoy, tras más de 60 años de estudios y experimentos, nos parece también evidente a todos los estudiosos de la mente y el comportamiento humano.

Esta razón es que la autoimagen es la clave de la personalidad del comportamiento humano, cambia la autoimagen y cambiarás la personalidad del comportamiento.

Más allá de eso, la autoimagen establece los límites del individuo, lo que puede y no puede hacer. El desarrollo de una autoimagen correcta y realista parecerá dar al individuo nuevas habilidades, un nuevo talento, incluso cambiar los fracasos tenidos hasta ahora en éxitos. La psicología de la imagen del yo no ha sido aceptada solo por sus méritos, también explica muchos fenómenos ya conocidos, pero no completamente entendidos en el pasado. Por ejemplo, hoy está clínica e irrefutablemente probada, en los campos de la psicología individual, la medicina psicosomática y la psicología industrial, la existencia de personalidades inclinadas al éxito y personalidades destinadas al fracaso, personalidades inclinadas a la felicidad y personalidades destinadas a la infelicidad, tipos sanos y tipos enfermos. (¿recuerdas cuando hablamos sobre el mecanismo de éxito o fracaso?)

La imagen de uno mismo cambia, para bien o para mal, no solo por el intelecto ni por el conocimiento intelectual solo, sino por la experiencia.

Consciente o inconscientemente, ha construido su propia imagen a través de la experiencia creativa en el pasado y puede cambiarla por el mismo método.

No es el niño al que se le ha hablado del amor sino el niño que lo ha sentido en su entorno y en sí mismo, el que se convierte en un adulto sano, feliz y perfectamente integrado en la sociedad. Nuestra condición actual de autoconfianza y equilibrio no es el resultado de lo que hemos aprendido sino de lo que hemos “experimentado”.

El descubrimiento psicológico más importante de este siglo es el de la imagen del yo; aunque no nos demos cuenta, cada uno de nosotros lleva consigo una especie de fotografía o retrato mental de sí mismo que puede resultar vago y mal definido para nuestra mirada consciente y, de hecho, puede no ser conscientemente reconocible. Pero está ahí, está presente en los más mínimos detalles.

Esta autoimagen es el concepto que tenemos de nosotros mismos, es el tipo de persona que creemos que somos, es, en pocas palabras, el resultado de lo que creemos de nosotros mismos.

La mayoría de estas imágenes surgen inconscientemente de nuestras experiencias pasadas, de éxitos y fracasos, de humillaciones y triunfos, de la forma en que otros reaccionaron hacia nosotros, especialmente en la primera infancia.

¿Recuerdas que nuestro cerebro almacena nuestras experiencias y las trae de vuelta a la superficie cuando es necesario?

Entonces, si de niños nos enseñaron que el trabajo duro y agotador es necesario para ganar mucho dinero, si crecemos en un ambiente donde se nos enseñe que la vida es sufrimiento y sacrificio, nuestro cerebro almacena todos estos conceptos para luego reutilizarlos y llegado el momento, estas limitaciones que llevamos dentro (inconscientemente, porque la mayoría de las veces estas enseñanzas nos han llegado en la más tierna infancia y por tanto ni siquiera recordamos haberlas escuchado y aprendido) serán el objetivo que tendremos lograr (y de hecho lo lograremos) en la vida. Puede ser que tú quieras vivir una vida de poco trabajo y sin sacrificios, pero si las creencias y tu programación son diferentes, tu servomecanismo está puesto, sin que te des cuenta, hacia una meta de lucha y sacrificios, y la alcanzará.

De todo esto se puede deducir que desde la infancia construimos mentalmente (casi siempre inconscientemente) un YO (o imagen de nuestro YO) y una vez que una idea, un concepto sobre nosotros mismos encaja en esta imagen, se hacen realidad para aquello que nos concierne, no cuestionamos su validez, pero seguimos actuando en base a ellos como si fueran ciertos.

La imagen del yo es, por tanto, la clave para vivir una vida mejor gracias a dos importantes descubrimientos, que veremos en el proximo artículo.

¡Hasta la próxima!

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