Si el filósofo Immanuel Kant ya afirmaba que la mente moldea la realidad a través de las formas por las cuales la percibe, uno se pregunta: ¿Por qué seguimos considerando la realidad como algo ajeno a nosotros y, de nuevo, podríamos tener un papel en producirla? En esta dirección va la física cuántica, de la que hablábamos en el capítulo anterior, que sigue considerándose una teoría, aunque, entre todas las teorías alternativas sobre la realidad, es la que mayores posibilidades ofrece para entender la existencia.
Uno de los muchos descubrimientos increíbles y revolucionarios de la física cuántica es, por tanto, que todos somos parte de una realidad que creamos a medida que observamos. Y para esto, por lo tanto, también podemos modificarlo.
Paolo Scarpari, un conocido físico cuántico italiano, explica cómo:
En 1909, se produjeron los primeros experimentos sobre el comportamiento de los fotones realizados en un laboratorio de física por Geoffrey Ingram Taylor. A continuación, te doy un resumen muy conciso y fácil de entender, pero te invito, si te interesa saber más sobre el tema, a buscar en internet porque es un experimento muy interesante y famoso.
En este experimento se proyectaron unas partículas contra una barrera que tenía dos agujeros. En lugar de atravesar los dos agujeros de uno en uno, los cruzaron simultáneamente, lo que no cumplió con las expectativas de la física tradicional; es decir, se comportaron como si supieran lo que solo sabía el científico que realizó el experimento: había 2 agujeros y que para pasar uno tenía que esperar a que pasara el otro. La conclusión fue que el observador había influido en la partícula simplemente por estar presente en el experimento. La información presente en él había proporcionado las instrucciones de la nueva forma de asumir el tener que moverse en presencia de dos fisuras. (Aquí realmente te he resumido este experimento en los mínimos términos porque la explicación técnica completa hubiera sido muy complicada y llena de tecnicismos difíciles de entender. Si estás interesados en aprender más, te invito nuevamente a buscar en la red y no tendrás dificultad en encontrar la explicación completa del experimento, ya que es muy famoso).
Fueron entonces Giulio Pozzi, Gian Franco Missiroli y Pier Giorgio Merli, otros tres físicos italianos, quienes repitieron el experimento con aparatos mucho más sofisticados que los utilizados por Taylor, llegando a las mismas conclusiones de 1909.
Otro experimento igual a los anteriores se repitió una vez más en 1998 en el Instituto Weizmann de Israel con un equipo aún más sofisticado y sensible que los 2 primeros ensayos. Se confirmó el resultado, demostrando además que cuantas más partículas se observaban, más eran influenciadas por el observador.
La única explicación posible en este caso es que la segunda apertura haya obligado de algún modo al electrón a viajar como si fuera una onda, aunque llega a su destino en la misma forma en que empezó, es decir, una partícula. Para ello, el electrón debe ser capaz de percibir la existencia de la segunda apertura que ha quedado disponible. Aquí es donde entra en juego el papel de la conciencia. Dado que se supone que el electrón no es realmente capaz de “saber” nada en el sentido más estricto de la palabra, la única otra fuente de ese conocimiento es la persona que observa el experimento. La conclusión a la que se llega aquí es que el conocimiento de que el electrón tiene dos posibles caminos por recorrer está en la mente del observador y que es precisamente la conciencia de éste la que determina cómo viaja el electrón.
En resumen, el experimento significa que la realidad es el resultado entre el observador y lo observado. Según la explicación elaborada en 1927 por Niels Bohr y Werner Heisenberg, ambos premios Nobel de Física en 1922 y 1932 respectivamente, conocida como Interpretación de Copenhague, el universo existe como un número infinito de posibilidades presentes al mismo tiempo.
El acto de una persona de ver esos potenciales resultados, causa la activación de aquello en lo que se enfoca, en otras palabras, lo que piensa o espera ver.
Si eres completamente ignorante de estas nociones y estos temas, te preguntarás por qué, dada la importancia revolucionaria que tienen estos conceptos, los mismos no se enseñan en todas las escuelas y no se brindan al público en general con gran protagonismo.
¿Qué impide una completa aceptación y difusión de teorías que ya han sido ampliamente valoradas y promovidas por la comunidad científica?
El problema es que son teorías desestabilizadoras; acostumbrados como estamos a pensar en una realidad externa e independiente, el hecho de pensar que podemos crear nuestra realidad es algo que socavaría la sociedad tal como la conocemos. Habría que reescribir los dogmas de casi todas las religiones, refundar por completo muchos sectores de la economía, la política, el estado del bienestar, la psicología, la salud mental y física, etc.
Si bien este pensamiento tiene sus raíces en las antiguas culturas orientales, que consideraban la realidad como maya (en sánscrito “ilusión”), solo han pasado cien años desde aquellos primeros descubrimientos y, probablemente, pasarán algunas generaciones para que este cambio de paradigma entre en la conciencia colectiva.
Veremos en el proximo articulo las implicaciones revolucionarias de este experimento…